
Reflexionando en Violencia Intrafamiliar Desde un Nuevo Paradigma
¿En la violencia intrafamiliar podemos hablar, desde el paradigma de la complejidad de victimas o victimarios, definiendo a las partes como observadores externos de una relación de violencia?
Si “en la interacción entre humanos nadie le “hace” nada a nadie, sólo gatilla los procesos en el otro, pero lo que le pasa a ese otro depende de su propia estructura”, entonces no hay lugar para hablar de victimas dentro de la relación de violencia, ni tampoco de victimarios, tanto un individuo como el otro asumiría tales roles determinados por su propia estructura, es así que los propios individuos que participan en la relación de violencia son los que reaccionan de una u otra manera a los estímulos externos. De aquí que no cabe la posibilidad de hablar objetivamente de que tal o cual persona es la victima del otro. Hablar de victimas y victimarios estaría motivado por el paradigma de la filosofía clásica de la ciencia, puesto que definen el uno o al otro individuo desde la observación “objetiva” de los hechos. Cada uno estaría determinado estructuralmente.
La persona al salir de una relación de violencia, dejándose de asumir como victimas o victimarios y responsabilizándose de que están determinados estructuralmente para salir de dicha relación de violencia, no cambiarían en su organización, sino que cambian en su estructura, ya dejarían de verse a si mismos a la deriva, asumiendo de esta manera el protagonismo de su propia historia. Se contarían a sí mismos una nueva historia, y contarse esta nueva historia, tendríamos acción, lo que conlleva finalmente a una nueva realidad
En una relación de violencia los individuos se acoplan estructuralmente al medio en el cual se encuentran asumiendo los roles de victima o victimarios, adaptándose, dejando así a la deriva sus propias existencias
La persona al decirse a si misma y pensar de si misma como victima o victimaria y siendo que “el pensar o el tener una preocupación forman parte del medio relacional en que se dan” en su vivir y convivencia, imposibilita la posibilidad de cambio.
Al no darse “de hecho las interacciones instructivas, en las cuales el agente externo determinaría lo que pasa en el sistema” tiene serias implicancias para todoa la ciencia, así como para la elección del modelo psicoterapéutico o de mediación que se postule utilizar.
Maturana al plantear que “somos estructuras cerradas y que lo que nos pasa siempre tiene que ver con nosotros porque vivimos el mundo que nosotros mismos configuramos en la convivencia el lenguaje resulta fundamental, porque es el instrumento con que configuramos el mundo en dicha convivencia” responsabiliza tanto a la “victima” como al “victimario”, pudiendose hablar en una relación enmarcada por la violencia de victima o victimarios entre paréntesis (victima) (victimario).
El desafío es hacerse responsables de si mismos, de su historia, ser protagonistas de su propia vida.
Lo anteriormente expuesto también es pertinente para otro tipo de relación de violencia como lo es la de infidelidad al interior de la pareja. “Objetivamente hablando” el desgraciado sería el que se involucró en la relación de adulterio, también se tiende a pensar en términos de victima y victimario en esta situación, por lo cual lo expresado hasta aquí es aplicables a esta situación.
Rodrigo Vidal Mendoza
Psicologo
Magister © en Psicología
2 Comments:
Hola buenas tardes,,me impactaron sus comentarios o vivencias en algunos no me quedo muy claro.lo que si tengo claro es que es cristiano y ademas Psicólogo,le escribo para solicitarle ayuda profesional de un cristiano,para mi hijo adolescente,como lo puedo ubicar, soy de concepción,me lo recomendó un pastor de la asamblea de Dios chiguayante,espero su respuesta.Paola
Bendiciones
Excelente aporte Rodrigo…Pienso que la violencia en todas sus expresiones y tonalidades verbales es una abierta contradicción al amor de Dios. En una relación insana, disfuncional y violenta, hay culpable y responsables. Me gusta el concepto que explicas de víctima y victimario.....Pensando en nosotros como matrimonios fundados en la persona de Jesus, pienso que no debemos nunca de dejar de observar, nuestro modelo de amor conyugal que es Cristo mismo; amar como él ama a la iglesia (Efesios 5:25). Nuestros matrimonios deben ser una parábola y símbolo del amor de Cristo a su iglesia…Hace unos años escribí para una revista local sobre “intimidad conyugal”, no soy psicólogo, pero por la diversidad interdisciplinaria que la teología me permite explayar, pude plantear algunas consideración vivenciales y viables. Básicamente planteaba que la intimidad, como proceso saludable y solidario, fortalece el matrimonio y lo aleja a toda animación negativa o violenta. Pero para que sea, la intimidad un proceso saludable, no sólo debe verse como experiencia sexual, sino también, como intercambio emocional, compromiso idoneidal, retroalimentación de pensamientos e ideas, sensibilidad corporal y afinidad espiritual…Un abraso, Marco Huerta
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