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miércoles, julio 11

LA PRINCESA Y LA CUEVA PROHIBIDA

La princesa en su loco andar comenzó a correr desesperada, sin ente3ndeer el porqué corría, sólo corría y sola corría. No entendía, pero era como una fuerza desde lo más profundo de su ser que la movía.

Sus pies no le respondían, a lo que su mente decía. Era como si una fuerza extraña a ella le hubieran dominado.

En su loca carrera llegó a la Cueva Prohibida. Cueva en la cual encontró finalmente un poco de descanso, no de su mente, pero si de sus pies. No entendía había llegado hasta ahí, ni el por qué. Ni siquiera sabía que esa cueva, que a sus ojos era majestuosa, había sido prohibido su ingreso a los de noble sangre, como lo era ella.

Sólo sabía que sus pies se habían detenido de correr cuando se sentó en una roca que semejaba una banca de catedral.

Cuando levantó la mirada, se encontró que había otros asientos dispuesto alrededor de una gran mesa de piedra. ¿Asientos de piedra alrededor de una Gran Mesa de Piedra?. Se preguntó ella.