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jueves, junio 17

El Caballero y Su Orgullo

Camino hacia su propio palacio caminaba el caballero. Pensando en lo que le había planteado su Señor. Tenía mucha lógica, sobre todo lo de quién era el único digno. Por supuesto, ahora lo comprendía, nunca lo había visto tan claro.

Pero algo que no entendía muy bien era el cómo su valor y su fuerza, aquella que viene del hombre interior, comenzó a ser reemplazada por la fuerza de su propio brazo. No comprendía de que manera la belleza de sus armas y sus dones se transformo en su principal fuente de orgullo; olvidándose de Quién le había dotado de aquellos.

“¿Tan engañoso es el corazón?” Se planteaba. “Confiar en sí mismo en su propia dignidad y en sus propias fuerzas es algo peligroso” Este era su conversación en su interior. “Pero, ¿Cómo a mí me pudo haber pasado? Bueno lo que está claro y muy claro es que no soy mejor que los otros”

Recordó muy bien que una doncella, que después se descubrió que estaba bajo el influjo del señor de la obscuridad, le había dicho que si alguien merecía ese traje y ese puesto era realmente él; pareciera ser que allí comenzó a pensar que él se realmente se merecía llevar el traje. El señor de la obscuridad había mandado una de sus principales armas secretas, un dardo infectado de alabanza personal. “Si alguien se lo merece, ese eres tú”. Recordó en ese momento que él mismo se había ofrecido para las batallas anteriores; ni siquiera lo habían elegido; en realidad el mismo tomó con gran “valor” las armas como David lo hizo con Saúl.

Pero ahora lo veía claramente; David cuando se colocó la armadura de Saúl no podía caminar, así que se la sacó de inmediato y fue a pelear con el gigante con piedras. Fue a la batalla con lo que siempre iba.

También podía ver que el Señor de la Tierra tiene maneras inescrutables de elegir, y que el pone en el corazón el ofrecerse a sí mismo; que el coloca de alguna manera incomprensible tanto el querer como el hacer. ¿De qué podía sentirse orgulloso? De querer luchar a favor de su Señor; si quién había puesto ese querer era su propio Señor.

Ahora entendía; de lo único de lo que podía sentirse orgulloso era de que su Señor era su Señor; y de nada más.